lunes, 11 de mayo de 2009

CLASICO ROSARINO: IGUALARON 1 A 1


Sólo un partido de semejante estatura es capaz de dar un vuelco inesperado. Un giro volcánico en sensaciones pegándole una flor de bofetada al desarrollo. El clásico fue un viaje sin escalas por los extremos. Y el de ayer pasará a los archivos como el del triunfo que Newell’s no supo conseguir cuando había acumulado holgadamente méritos para ganarlo. También será recordado como el de la reacción de Central cuando su destino parecía marcado. Lo que quedó es el envoltorio de un legado anímico muy fácil de radiografiar. Porque el 1 a 1 premió a uno y castigó al otro en idénticas proporciones.

   Newell’s sometió sin demora a Central a una escena de la que sólo pudo escapar cuando Zelaya selló la igualdad con un cabezazo. Todo lo que ocurrió antes tuvo una sola dirección y fue la que le puso Newell’s. Sensini planificó un partido que le salió hasta que prescindió de Formica. Russo procesó una idea que marchó al fracaso desde el mismo instante en que su equipo lució postrado entre líneas, sin entender lo que estaba jugando.

   Por eso Newell’s hizo del primer tiempo un choque sin equivalencias. Lo borró a Central en todas las coordenadas que dominan habitualmente el juego. Mostró más agallas para aprovisionarse de confianza. Generó más situaciones para robustecer su dominio y funcionó como una fuerza colectiva. Cada pelota suelta o disputada quedaba en los pies de Bernardi y Bernardello. Cada trepada tenía de protagonista a Vangioni. Cada despeje era de Spolli, Schiavi e Insaurralde. Y cada situación tenía a Salcedo y Armani como protagonistas.

   El mediocampo de Central, órgano vital del funcionamiento de todo equipo, nunca les cobró peaje a los volantes de Newell’s. Tampoco fue solución que Méndez se cruzara de sector o que Borzani se arropara de tapón.

   Era tan evidente la superioridad de Newell’s que poco sorprendió que Broun respondiera ante dos remates de Vangioni o que Formica la clavara desde treinta metros. Pero la foto que mejor enmarcó el dominio no fue la ventaja. Fue la sucesión de chances desperdiciadas por Salcedo y una salvada de Burdisso tras un centro de Pillud.

   Central estaba arrodillado, acorralado por una inercia negativa que no le permitía abandonar su pasatismo. Se confió que tras el gol Newell’s se tentaría por la pereza. No se entiende que sólo haya respondido con un remate del Kily y un buscapié de Danelón.

   Así como no hubo explicación para la falta de rebeldía de Central, tampoco se entendió el retroceso de Newell’s en el segundo tiempo. No tenía motivos para dejarlo crecer a Central, que volcó su cuerpo un poco más en el terreno del rival por la urgencia del resultado. Russo buscó darle más vivacidad a los avances con el ingreso de Franzoia por Danelón. Pero la llave que no supo encontrar, se la entregó Sensini cuando reemplazó a Formica por Quiroga. Esa modificación le tendió un puente a la pretensión de Central. Fue un mensaje, más allá de que en un contraataque Newell’s pudo pegarle un tiro a la historia en otro mano a mano de Armani.

   Todo lo que vino después fue una montaña rusa de suspenso. Llegó el cabezazo salvador de Zelaya. Una oportunidad de Armani y la última en la que Quiroga hubiera camuflado el castigo que se llevó Newell’s por no saber definir un clásico que tenía servido y que Central disfrutó de la mesa.

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