viernes, 8 de octubre de 2010

Inflación voraz: un billete de 100 pesos rinde hoy como 27 pesos en 2001


“En 2001 no me animaba a llevar por la calle un billete de $ 100. Ahora es lo que llevo indefectiblemente para usar todos los días”, comenta una estudiante de economía de la Universidad de Buenos Aires. El billete de $ 100 está dejando de ser el símbolo de fortuna que supo ser en tiempos no demasiado remotos para la economía local. Y empieza a diseminarse, este año, al ritmo cada vez más acelerado que le impone la inflación.

El billete de mayor denominación en la Argentina ya rinde apenas un cuarto de lo que rendía en el 2001, según calculan los analistas, por la enorme pérdida de poder de compra que fue sufriendo desde entonces hasta hoy, al compás de la suba de precios. E incrementa el tamaño de la emisión que hace periódicamente el Banco Central para abastecer al sistema y satisfacer la demanda en los bolsillos de los argentinos.

El dato, libre de manipulaciones, se convirtió a esta altura en uno de los pocos indicadores “fieles” de inflación en la economía local: hasta octubre de este año, el Central debió emitir una cantidad de billetes de $ 100 hasta tres veces mayor que la que debió hacer en igual lapso del año pasado, que no fue acompañada en igual medida por el resto de los billetes (ver infografía). El fenómeno refleja, para las consultoras, una pérdida cada vez más pronunciada en el tamaño de su poder adquisitivo.

En Econviews calculan que hoy el billete de $ 100 rinde apenas $ 27 si se lo considera en términos reales, a precios de 2001, y unos $ 39 si se lo estima a los precios de los comienzos de la gestión kirchnerista (mayo de 2003). “Lo deflactamos con el índice de inflación acumulada desde 2001, el año previo a la devaluación, hasta hoy. Tomamos la inflación del Indec hasta enero de 2007, cuando se denunció la intervención sobre el organismo, y desde entonces la que fuimos midiendo en la consultora”, comenta el economista Federico Bragagnolo.

La cantidad de billetes de 100 en circulación mostró un incremento levemente menor a las 50 millones de unidades durante los primeros diez meses de 2009. Pero, en lo que va de este año, se ubicó cercana a las 150 millones de unidades.

La cuenta que hace la líder del Centro de Educación al Consumidor (CEC), Susana Andrada, es menos sofisticada, pero muestra resultados similares: “En 2001 con $ 2 uno podía comprar un litro de leche y un kilo de pan; pero hoy para comprar exactamente lo mismo necesitamos $ 10. Es decir, cinco veces más”, se queja. La lista sigue irrefutable: “Para comprar un kilo de milanesa, pagábamos $ 4, y hoy debemos abonar $ 32. Por un kilo de pollo, $ 2; ahora, $ 8. Por una gaseosa, la más pequeña, $ 0,50; ahora, $ 2,50”, comenta.

El impacto inflacionario puede verse, también, en la proporción cada vez más estrecha que guardan estos grandes billetes sobre el total del sistema. En el inicio de la gestión K, los billetes de 100 representaban sólo un tercio (31,3%) en la circulación de efectivo de la economía. Ahora, en cambio, participan en casi la mitad (48,2%). “En algún momento, más allá de que pueda haber impacto en expectativas inflacionarias, van a tener que emitir billetes de mayor denominación para resolver este tema. Los bienes cuestan más y se necesitan cada vez más billetes para comprarlos. El otro problema es el cambio chico: cae la proporción de billetes de baja denominación y empieza a sentirse la falta de cambio en las transacciones chicas”, concluye Bragagnolo.
cronista.com

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