lunes, 11 de enero de 2010

Suma Paz deja un legado de devoción yupanquiana en un álbum póstumo


Ser un susurro fue su característica. El que salía de su garganta para amplificar la obra de su gran maestro, Atahualpa Yupanqui. Para recorrer la tierra con su canto, así ese camino fuese “áspero y solitario” como le había anticipado Don Ata. Su voz se apagó el 8 de abril pasado pero aún le quedan a Suma Paz algunas verdades por decir. Y están en “Ultima guitarra”, un disco de Melopea Records con la producción artística de Lito Nebbia, que fue editado a fines de 2009.
Las grabaciones fueron realizadas en los primeros meses del año pasado, antes que un accidente cerebrovascular se llevara la tímida figura de la cantora en una clínica porteña.
Habían sido planeados para el disco una docena de temas, pero finalmente la edición presenta diez. Se trata de un trabajo conjunto entre el técnico de grabación Mario Sobrino y los hijos de los hijos de Suma, Zulma y Mario Olmedo.

Rescatando decires.

El trío pudo rescatar no solamente el canto y la música de Paz, sino también algunos de sus decires. Por ejemplo, Suma le pone prólogo a tres de esas canciones (“Adiós Tucumán”, “Me está sobrando guitarra” y “El salitral”) en una gran demostración de sabiduría, humildad y sensibilidad.
No por casualidad esos son tres de los cuatro temas (de los diez que componen el trabajo discográfico) que la santafesina había elegido de la autoría de su “maestro” o “tata”, como le gustaba llamar a Yupanqui.
Acompañan a la folclorista en otras obras el dúo conformado por Dante Ascaino y Eugenia Menta (violoncello, guitarra y arreglos), y Mario Díaz (guitarra, voz y arreglos). La composición que alcanza la instrumentación junto a la voz de Paz aparece en canciones como “Changos del sol” y “Boyera (tonada del carretero)”.
El hijo de Suma, Mario Olmedo, también aporta su guitarra en el vals “Esperando a mi madre” y la tonada “Guitarras de Cuyo”.
Además se pueden apreciar dos temas que Paz compuso con Jorge Viñas. Se suman una versión —tras muchos años sin grabarla— de “La hermanita perdida” de Yupanqui y Ariel Ramírez, así como “Canción del árbol del olvido” de Alberto Ginastera y Francisco Silva y Valdéz. El álbum cierra con la milonga “Igualito que nadies” de José Larralde.
Mario Sobrino, el técnico de grabación, dijo que “resulta muy fácil trabajar con personas tan abiertas y receptivas. Es imposible olvidar su afecto constante”.

Aspero y solitario.

Suma Paz había nacido un 5 de abril de 1939 en Bombal, una localidad del sur de la provincia de Santa Fe, donde aprendió a tocar la guitarra. Estudió Filosofía y Letras en la Universidad Nacional del Litoral y luego se hizo pergaminense (por opción), casi en homenaje a la cuna de su maestro.
Su primer disco es de 1960 y lleva su nombre. Después vendrían actuaciones en radio y en escenario de todo el país, así como del exterior. Paz era muy valorada en Japón, donde en 1968 ofreció 40 recitales y grabó un disco.
Entre sus trabajos más conocidos figuran “Una mujer con alma de guitarra” (1970), “Para el que mira sin ver” (1982), “Homenaje a Atahualpa Yupanqui” (1994), “Canto de nadie” (2000) y “Parte de mi alma” (2005), producido por Litto Nebbia.
Paz también es autora de la cantata “¡Ay, Patria mía!” (1977), basada en la vida de Manuel Belgrano con textos del historiador Máximo Aguirre. Además, la folclorista escribió tres libros de poesía y en 2006 fue distinguida por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires como personalidad destacada.
Hoy el disco “Ultima guitarra” se erige como el legado de una de las voces más reconocidas del canto yupanquiano.
la capital

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