Vida y pensamientos del humorista Nº 1 de Tucumán.
Resulta difícil imaginárselo en un estudio jurídico o en una clínica. Menos aún trabajando como ingeniero o contador. Y es que con sólo mirar el modo en que habla Alberto Calliera, uno sabe que el humor es lo suyo. Es "el" humorista. Es la risa tucumana.
Espera a CONTEXTO en un bar del que es habitué, en San Martín y Junín. Con la mirada puesta en un matutino porteño, toma nota en un pequeño anotador con una birome azul. Y es que Alberto trabaja todo el día. "Yo no leo los diarios. Los estudio", confiesa.
Los chistes que la gente escucha en los micros de la tele o lee en el diario le llevan horas de información, concentración y creatividad. "Los leo de punta a punta. Y los releo… Eso me brinda datos que sirven. Encuentro una frase fuerte de la Presidenta o lo que le pasó al gobernador en la bici y ahí me inspiro. Ese proceso es lo que no se ve."
Admirador de personajes como Tato Bores, Roberto Fontanarrosa, Charles Chaplin y Wimpi, Calliera recuerda cómo irrumpió el humor en su vida allá por los años ‘80. Tenía poco más de 30 años y hasta ese entonces, sólo había escrito un par de ideas y chistes cortos con el único fin de entretenerse.
Hasta que llegó el aviso del diario "La Tarde" en 1981, que le cambiaría el rumbo para toda su vida. "Ya había publicado algo en revistas chicas de la provincia. Pero eso era otra cosa, me tenía que convertir en profesional sí o sí. Todos los días tenía mi recuadro para mi chiste. Era todo un desafío... Pero del susto, lo hacía bien. Además, llevaba mi firma… ¡No estaba para pasar papelones!", recuerda el humorista, que estudió durante algunos años la carrera de Filosofía pero no la terminó porque "no entendía como Sócrates aceptaba que no sabía nada…".
Calliera no tarda en responder. Es claro, directo y sin vueltas. Sostiene que el primer enamoramiento con el humor lo tuvo gracias a Wimpi, un humorista uruguayo del que sacó su popular frase "Vea, amigo" con la que introduce a sus micros diarios en la tele.
De aquel uruguayo lo atrajeron la inteligencia, la creatividad, la picardía y el ingenio. Y es que a Calliera no le hace gracia la grosería que caracteriza al humor actual.
"Hay cosas que no son para reirse. Hoy en la TV se hacen payasadas. Agarrás un ex convicto, una vedette y dos tipos vistosos y tenés el show armado. Eso no me gusta. Hay temas que no trato, como la muerte, la enfermedad, los desaparecidos o la religión. Ese es mi límite. Pero veo que se los toca con mucha superficialidad y por eso no veo tele, leo...", justifica el humorista.
¿Qué es el humor para Alberto Calliera? Además de su pasión, para él es un vehículo de la cultura, mediante el cual se pueden generar cambios y conocer los rasgos de las sociedades. "Nuestra tarea es levantar la alfombra y ver qué está sucio… de lo demás se encargan los políticos. George Bush decía que no había que mirar la serie Los Simpsons y eso es porque tocaba puntos serios de la sociedad norteamericana. Charles Chaplin captó todo lo que se venía con Hitler. Esa es una perfecta sátira a la dictadura y al poder. Un filósofo busca la verdad; un humorista, la mentira", resume Calliera.
Y para graficar esta premisa, recuerda entre risas los años ‘90: "cuando Cavallo anunció que un dólar era lo mismo que un peso por decreto, yo decía ¡la pucha! tantos países que estuvieron más de 10 años para recuperarse y de repente yo entrego un bono de 10 pesos firmado por Palito Ortega y me dan un dólar firmado por la Reserva Federal… Sabía que ahí había algo más…".
Si de satisfacciones se trata, la mayor para Calliera es el efecto que genera su humor en la gente. "Ese es el valor agregado de mi trabajo... Chicos y grandes me paran en la calle y me dicen que les cambio el humor. Uno no dimensiona la responsabilidad que posee hasta que sucede eso. Gente enferma o que vive en la cárcel o en los asilos que me dice ’esos 5 minutos son los únicos del día en que me río". Es impagable…", recalca.
¿Calliera está siempre de buen humor? "En casa me dicen ’¡tan simpático en la tele y tan malhumorado en casa!’. Entonces yo les respondo que nunca es bueno llevar el trabajo al hogar", termina.-
Lourdes Casanova-CONTEXTO
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