y llegó a ser uno de los periodistas
más respetados de la Argentina.
Hoy está en la ruina,
y deambula por las calles de Buenos Aires.
En septiembre del año pasado, el legendario periodista peruano Hugo Guerrero Marthineitz era desalojado de su monoambiente de Barrio Norte por no pagar el alquiler durante dos años. En esos momentos, el periodista eligió salir con una bolsa de consorcio negra en su cabeza y de esa manera montó una especie de show mediático, en el medio de una de las situaciones más críticas que le tocaba atravesar. Antes de eso, había tirado por la ventana los premios Martín Fierro que ganó a lo largo de su carrera, y de esa manera comenzaba un peregrinaje por distintos hoteles de Capital Federal donde buscaba alojamiento, lo más liviano de equipaje posible.
Seis meses después de aquel hecho, Marthineitz volvió a la carga. Esta vez, su cuerpo luce mucho más delgado, su humor más irascible y su manera de hablar, desconcertante por momentos, deja en claro que el periodista está pasando por un momento muy complicado. Aferrado a su bolso verde donde dice llevar todas sus pertenencias, el creador del programa televisivo “A solas”, dice a modo de denuncia que el gobernador de la provincia de San Luis le debe $10.000 por un trabajo que realizó en el canal puntano.
“En determinado momento, el gobernador Alberto Rodríguez Saá me dijo que yo tenía que trabajar ahí y más de uno se murió de envidia. No me pongo a mostrar papeles que acreditan lo que digo porque eso sería de canalla. No hay ensañarse con los miserables, y hay empleados del gobernador que lo son”, dice levantando el tono de voz, sin llegar a gritar, a la vez que hace un ademán con el dedo índice de la mano derecha extendida, como si estuviese retando a alguien. De repente, el silencio, recurso que tan bien utilizó en sus entrevistas, se adueña de la charla y de nada sirve intentar contar hasta diez, porque la pausa en su relato dura casi un minuto y su mirada fija en un punto frente a él parece imperturbable.
Con la misma inmediatez vuelve al relato para contar, tal vez, la parte más cruda de su situación actual. “Hoy no tengo trabajo y llegué a dormir diez noches en la calle por el dinero que me deben”. A sus 85 años, el periodista que llegó a ganar sueldos altísimos por sus programas radiales y televisivos, vive con un subsidio de $1.400 que le otorga el Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y pasa sus días en un hotel de la zona del Congreso de la Nación.
En nombre del padre
Cuando se le pide detalles de su situación actual, Marthineitz elude todo tipo de preguntas puntuales escudándose en que no responde cuestionarios básicos. Ensañado en dar cátedra de cómo realizar entrevistas periodísticas, contará innumerables anécdotas de sus charlas con el escritor Jorge Luis Borges, para luego dar paso a su aspecto más humano, su relación con sus hijos mayores. “Tengo dos hijos que trabajan con el gobierno, Diego y María Gabriela. La relación con ellos no es buena porque yo no fui buen padre. Mis hijos se parecen a mí con su deslealtad con sus seres queridos, incluso con sus hijos, esposas y ex esposas. Los padres transmitimos a los hijos lo que no debemos transmitir. La deslealtad a los seres queridos es lo que nosotros creemos que es cariño a la mujer y a los hijos, pero no es sino desprecio a uno mismo, que no sabe querer ni amar”.
A medida que la charla avanza, se tiene la sensación de que el afán pretencioso de su discurso puede tocar los temas más sensibles sin que él se muestre afectado, sin embargo, una y otra vez repetirá que lo más importante es el respeto por los seres humanos y ese es el punto de inflexión que lo lleva a repetir la poca afinidad que tiene con el actual gobierno nacional. “Sería ególatra de mi parte si yo dijera que el gobierno no me respeta, porque el gobierno no respeta a nadie y es por eso que la gente se muere de hambre en las regiones más ricas de este país”.
Guerrero Marthineitz trabajó en el periodismo argentino por más de 50 años, su voz y su talento fueron referentes y luz de inspiración para muchos que vieron en su particular manera de contar y de vivir un ejemplo a seguir. Sus interminables silencios fueron llenados por la imaginación de radioescuchas y televidentes que pusieron su imaginación al servicio de un comunicador que hoy no tiene un lugar para contar...
Revista Semanario
Detienen y esposan a niña de 12 años
por escribir su pupitre:
su abogado pedirá U$S 1 millón de indemnización
La niña de 12 años que fue sacada en febrero esposada de su escuela en Forest Hills (Queens, Nueva York) y llevada a un cuartel de la Policía por haber escrito en su pupitre, exigirá a la ciudad un millón de dólares de indemnización.
El abogado de la niña, Alexa González, y de su madre notificaron oficialmente a la ciudad que presentarán una demanda en la que reclamarán un millón de dólares por el "alarmante incidente" que tuvo lugar hace dos meses en la escuela superior 190 de Forest Hills, en el condado de Queens, informó el New York Daily News.
En la demanda, presentada contra el Departamento de Educación de la ciudad y la Policía de Nueva York, el abogado alega que se produjo ese día un "uso excesivo de la fuerza y una violación de los derechos" de la estudiante latina, de acuerdo con el diario.
"Queremos evitar que eso vuelva a pasar a otros niños", dijo el abogado de la familia de Alexa González, Joseph Rosenthal.
La menor de 12 años garabateaba unas palabras en su pupitre mientras aguardaba la llegada de su maestra de español.
Alexa González, que escribió con un marcador fluorescente "quiero a mis amigos Abby y Faith" y "Lex estuvo aquí. 2/1/2010", y dibujó una carita feliz, fue llevada a un cuartel de Policía cercano, donde estuvo algunas horas, dijo la madre, Moraima Camacho.
"Toda esa situación ha sido una pesadilla", señaló al diario neoyorquino.
En la demanda consta además que un profesor y un ayudante del director "arrastraron" a la niña a la oficina del decano.
Personal de seguridad de la escuela cachearon a Alexa González "metiendo sus manos en los bolsillos" de los vaqueros que llevaba, señala además el documento legal.
Pese a saber que la tinta era fácil de limpiar, los agentes de la Policía procedieron a detenerla y la sacaron de la escuela esposada y delante de sus compañeros y amigos, indica el abogado. La madre pidió poder acompañarla al cuartel, pero le dijeron que se fuera a casa y esperara su llamada.
La Policía llevó a la niña a una habitación y la encerraron y la mantuvieron esposada a una barra durante al menos dos horas, afirma el letrado en la demanda.
Después de la detención, Camacho y su hija fueron a la Corte de Familia, donde a la niña se le impusieron, además, ocho horas de trabajo comunitario y un ensayo de lo que aprendió de esta experiencia.
La Unión de Libertades Civiles de Nueva York condenó el acto.
Los abogados de la ciudad no quisieron hacer declaraciones sobre la demanda, pero funcionarios admitieron en febrero que la detención había sido un error.
El Departamento de Educación señaló entonces a través de su portavoz, David Cantor, que la detención de la niña "fue un error", mientras que la Policía indicó que aunque están autorizados para hacer detenciones, "debe prevalecer el sentido común y usar la discreción al decidir si realmente es necesario recurrir a las esposas".
Alexa González no es la primera niña que busca justicia por el uso excesivo de la fuerza. La familia de Chelsea Fraser demandó a la ciudad después de que la menor, entonces de 13 años, escribió la palabra "okay" en su pupitre en la escuela de educación secundaria 201 de Brooklyn.
Después, también Dennis Rivera, de cinco años, fue esposado y echado de la guardaría tras una berrinche del pequeño. Su familia pide 15 millones de dólares de indemnización.
ambitoweb.com
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